MIRADA
8.
Hombre.
Se lo han buscado.
A mí no me gusta la violencia, pero...
Este país se lo ha buscado.
Ha habido advertencias y...
(El hombre toma un magnetófono y un micro)
Hombre.
(Hablando al micrófono)
Ha habido advertencias y no nos habéis hecho caso.
No nos quedaba otra salida.
Toda la culpa es de los americanos y de vuestro gobierno.
Ellos son los verdaderos culpables de esto.
Nosotros, simplemente, hemos sido la mano de Dios.
Su divina ira nos ha conducido a hacerlo.
Era inevitable.
Ahora entendéis nuestro dolor, el dolor de nuestros hijos en
los hospitales de Bagdad, el dolor de nuestros hermanos combatientes en Kabul,
el dolor de nuestros mártires de Palestina...
(Irrumpe una mujer)
Mujer.
Pero ¿qué dices? ¿Qué
estás diciendo?
Hombre.
¿Eh?
Mujer.
¿Qué estás diciendo?
Hombre.
¿Por qué has entrado?
Estaba grabando esta cinta. No
quería ser interrumpido.
Mujer.
¿Qué coño estabas diciendo?
Hombre.
Yo... nada, no decía nada.
Mujer.
Sí, decías algo, decías que es bueno matar a gente inocente.
Hombre.
¿Eh?
Mujer.
¿Por qué has dicho eso?
Hombre.
(Silencio)
Mujer.
¿Es que lo piensas?
Hombre.
No. No pienso que es
bueno matar, pero a veces no queda otro remedio, ¿sabes?
Mujer.
Me avergüenzo de ti.
Tú no eres mi hijo.
Hombre.
Madre, yo no he hecho nada.
Solamente les he ayudado a grabar unas cintas, pero no he matado a
nadie. Las manos de tu hijo no están
manchadas de sangre.
Mujer.
Pero piensas como ellos, eres igual de fanático que ellos.
Hombre.
No somos fanáticos, la razón está de nuestro lado.
Mujer.
¿Qué razón? Yo
conocía a gente que ha muerto, o que está herida, de aquí, del barrio. Ve a ver a sus familias, y explícales tu
razón.
Hombre.
¿Yo?
Mujer.
Quiero que vayas ahora mismo a hablar con ellos. Y que convenzas al marido de que su mujer, ha
muerto por una causa justa. Ve ahora
mismo, tienes que ir, porque sus hijos son ignorantes, creen que su pobre madre
ha muerto por nada y no se dan cuenta de que su sangre va a hacer felices a los
pobres desgraciados de Afganistán. Vamos
ve.
Hombre.
Suéltame.
Mujer.
Date prisa. Mira,
aquí cerca, en el número veinte, hay un hombre que ha perdido un ojo, y estará
dolorido y confuso, corre y sácalo de su error, dile que su ojo, es ojo por
ojo, porque en Bagdad otro hombre perdió un ojo, y él sin saber fue culpable, y
ahora por fin se ha hecho justicia. ¿Qué
haces ahí parado? Muévete, díselo.
Hombre.
No me empujes.
Mujer.
Ve de una vez, lo más rápido que puedas, porque seguro que
te esperan en el colegio del barrio, he leído en esta revista que allí hay un
pupitre que está vacío, y los chavales están llorando porque allí se sentaba
una chica. Son ignorantes, no saben que
esa niña falta de ahí, porque la ira de Dios lo ha querido. Ellos no oyen a Dios, están sordos, pero tú
sí lo oyes, ¿verdad? Así que corre,
diles que Dios quiso castigar a esa niña, porque ella se lo había buscado, por
ser la culpable de que nuestros mártires sufran y mueran en Palestina. ¿Qué haces ahí parado?
Hombre.
Yo... Creo que...
Mujer.
No dudes. Esa niña le
ha hecho mucho daño a Palestina, vamos, todo el mundo lo sabe, merecía una
lección. Lo que pasa es que su familia
lo ignora, en su colegio lo ignoran.
Madrid entero ignora, que sois unos héroes, unos valientes...
Hombre.
No es culpa nuestra, la culpa es de sus líderes.
Mujer.
¿Cuáles son los líderes de esa niña? Dímelo.
¿Acaso los líderes os han ayudado a poner las bombas, os han dicho que
tenéis que matar a estos? Tú y los tuyos
habéis asesinado a toda esa gente, sólo vosotros habéis sido. Porque no sois personas, sois odio sólo, odio
ciego. No tenéis corazón ni cerebro, os
lo ha comido todo el rencor y el fanatismo, y queréis destrozar por eso, también,
el corazón y el cerebro de otros pobres inocentes.
Hombre.
Cállate, cállate de una vez, sólo eres una mujer, no sabes
lo que hablas.
(Ella calla)
Hombre.
¡Vete de aquí!
¡Ahora!
¡Tengo cosas que hacer!
(Ella se va)
(Él vuelve a tomar el micro)
Hombre.
... Estamos en guerra...
... En guerra santa... y
Yo...
Yo creo que...
Dios quiere que...
(Eleva su mirada hacia arriba)
Hombre.
¿Qué quieres Dios?
Mantiene la cabeza erguida como esperando una respuesta.
(Lentamente va reclinado su cabeza. Mira hacia el frente)
(Toma la revista que le ha dejado su madre. Mira las fotos que ella le había señalado)
(Arroja, súbitamente, la revista lejos de sí, con rabia)
(Vuelve a apoyar, como al principio, la cabeza en sus manos,
encorva su espalda hasta que su cabeza está a la altura de sus rodillas. Se balancea rítmicamente)
MIRADA 9.
El
10 de marzo.
Por favor, policías, ayúdenme.
Inspector.
¿Qué sucede?
Hombre.
Tenemos que hacer algo.
Inspector.
Cálmese, por favor.
Hombre.
Los trenes, estallarán, mañana...
Inspector.
¿Trenes? ¿Qué trenes?
Hombre.
Verán yo soy familiar de uno de los fallecidos el 11 M .
Inspector.
¿Qué coño es el 11
M ?
Hombre.
No lo sabe, ¿verdad?
Dios mío, la policía no sabe qué es el 11 M . Podemos evitarlo, entonces.
Inspector.
Oiga, oiga, haga el favor.
Si tiene alguna denuncia que hacer, hágala, de lo contrario, estamos
bastante liados, ¿sabe?
Hombre.
Tengo una denuncia, claro que la tengo, habrá varias
explosiones, tenemos que impedirlo.
Inspector.
Explosiones. ¿De ETA?
Hombre.
No. Son islamistas
radicales. Y van a morir cerca de
doscientas personas.
Inspector.
Lo que dice usted es muy grave.
Hombre.
Lo sé.
Inspector.
¿De verdad lo sabe?
Hombre.
Mire, tengo las fotos de los asesinos, y sus direcciones.
Inspector.
¿Cómo ha conseguido
esta información?
Hombre.
Verá, uno de mis hijos va a morir en esos atentados.
Inspector.
¿Su hijo está amenazado?
¿A qué se dedica?
Hombre.
Mi hijo es estudiante universitario, de humanidades. Y no, no está amenazado.
Inspector.
¿Entonces?
Hombre.
Es una víctima inocente, como todas las víctimas. Solamente estará allí y nada más.
Inspector.
Todos estos individuos... el tunecino, el egipcio... ¿cómo
ha conseguido usted sus datos? ¿Y las
fotografías?
Hombre.
Lo he sacado todo de la prensa.
Inspector.
¿De la prensa?
Hombre.
Verá, es una larga historia.
Inspector.
Le escucho.
Hombre.
Pero, no hay tiempo, tenemos que detener la masacre. Detenga a estos hombres.
Inspector.
No puedo detener a nadie si no tengo motivos o pruebas o
algo.
Hombre.
¿Pruebas? Tengo
pruebas. Mire este periódico es del 12
de marzo de 2004. Aquí se cuenta todo lo
que pasó, es decir lo que va a pasar.
Inspector.
12 de marzo de 2004, es cierto, lo pone aquí.
Hombre.
Sí.
Inspector.
¿Cómo coño ha hecho esta... falsificación?
Hombre.
No es falso, es... verá yo vengo del futuro... Sí lo sé, es muy difícil de creer, pero...
Inspector.
Ah.
Hombre.
Tiene que creerme.
Inspector.
Sí, claro.
Hombre.
Por favor.
Inspector.
Eh.
Humm. Ya...
Lo siento, me
perdonará, pero tengo otro asunto urgente que no admite demora... enseguida le
atenderá mi secretaria.
Hombre.
No. No se vaya, tiene
que creerme. Van a matar a mi hijo y a
muchísima gente inocente. Ayúdeme se lo
suplico.
Inspector.
Oiga, verá. Yo le
ayudaría con gusto pero, esto es una comisaría, no un centro de salud, usted
necesita ayuda sicológica.
Hombre.
No estoy loco. Se lo
juro, yo vengo del futuro.... ¿Cómo
explicarlo? Usted no ha deseado alguna
vez, con todas sus fuerzas, cambiar algo... algo terrible que ha sucedido. ¿Sí verdad?
Pues eso me ocurre a mí. Desde el
11 M ,
todas mis fuerzas, todas mis energías se han concentrado en eso, en volver al
10 de marzo de 2004 para...
Inspector.
¿10 de marzo? Hoy no
es 10 de marzo de 2004.
Hombre.
¿Qué?
Inspector.
¿Usted es científico?
Hombre.
¿Yo?
Inspector.
Se ha equivocado de día, tiene que ajustar mejor los
controles de su máquina del tiempo.
Hombre.
No. No soy
científico. Y no tengo ninguna máquina
del tiempo, yo sólo tengo mi dolor. Mi
dolor y mi deseo, que tienen tanta fuerza o más que toda la ciencia del
mundo. Y mi dolor y mi deseo son las
máquinas que me llevan de un lado a otro, en el tiempo y en el sueño... para
conseguir lo que creo... que podré conseguir algún día. Sueño una noche tras otra con... con volver...
con estar el día 10 de marzo de 2004, en una comisaría de policía, como ésta, y
en convencer a alguien, a alguien como usted, para que movilicen a todo el
mundo y que detengan la carnicería...
Evitarlo... evitar todo aquello... ese es mi sueño.
Inspector.
Está bien. Le
entiendo. Le entiendo perfectamente.
Pero déjeme decirle algo. No le
conozco muy bien. Pero creo que debe
dejar de soñar. Es hora de volver a
vivir.
Hombre.
Sí. Quizás tenga
razón pero... no puedo evitarlo, me duele tanto la vida sin mi hijo, que es
aquí en los sueños, dónde únicamente me quedan energías para seguir adelante.
Inspector.
Yo sólo soy un pobre policía. No entiendo mucho de estas cosas, ¿sabe? Pero creo, creo que los sueños están bien,
siempre que no nos impidan seguir viviendo, y... usted, permítame que le diga... usted debería
despertar, amigo.
Hombre.
No, todavía no.
Inspector.
Despierte hombre, hágame caso.
Hombre.
Tengo que seguir intentándolo.
Inspector.
No hay nada que pueda hacer
ya... créame, sino recordar a su hijo y vivir por su mujer, por Juana, y
por las gemelas.
Hombre.
¿Cómo sabe usted...?
¿Nos conocemos?
Inspector.
No.
Hombre.
Pero ¿cómo sabe usted cosas de mi vida?
Inspector.
Soy policía, ¿recuerda?
Hombre.
Sí.
Inspector.
Despierte, haga el favor.
Hombre.
La vida es sueño, dicen.
Inspector.
Eso dicen, pero... yo... no estoy muy seguro, la verdad... y
se lo dice alguien... que fuera de aquí... no tiene mucha vida que digamos...
Hombre.
Oiga.
Inspector.
¿Qué?
Hombre.
¿Qué día es hoy? No
me lo ha dicho.
Inspector.
¿Hoy? Hoy es 10, pero
no es marzo, ni 2004. Hoy es 10 de
septiembre de 2001.
Hombre.
Entonces, mañana es...
Inspector.
Sí. Mañana es 11 de
septiembre de 2001.
Hombre.
En fin, ya que estoy aquí, tengo que hacer otra denuncia.
Inspector.
Es usted tozudo.
Hombre.
No puedo evitarlo.
Inspector.
Cómo quiera. Está
bien. Tomaré nota.
Hombre.
¿Le suenan a usted las Torres Gemelas de Nueva York?
Inspector.
Sí, claro...
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